El TLC con los Estados Unidos
no es un tratado: es un acta de
sometimiento.
Antonio
Caballero
TLC con los Estados Unidos
no es un tratado: es un acta de
sometimiento. tras años de
súplicas, Uribe y Santos
consiguieron por fin entregar a
Colombia.
Dijo eufórico, como está siempre
desde que es presidente, el
presidente Juan Manuel Santos a
propósito del TLC:
-Es el tratado más importante
que hemos firmado en nuestra
historia.
Comparto su opinión. Creo que es
más importante aún que aquellos
que firmaron hace quinientos
años, sin saber firmar, los
caciques indios que eran los
presidentes Santos de tiempos de
la Conquista. Cuentan los
cronistas de Indias que los
conquistadores españoles les
mostraban espejitos, y ellos,
eufóricos al verse tan buenos
mozos, les entregaban Eldorado a
cambio: la tierra, el oro, el
agua, su trabajo, sus niños como
esclavos.
("Nuestros niños no son un
destino turístico", reza en
Eldorado de hoy,
bobaliconamente, un letrero para
darles ideas a los turistas).
El TLC con los Estados Unidos no
es un tratado: es un acta de
sometimiento. Tras años de
súplicas, cambiando los términos
una y otra vez ante las
exigencias crecientes de la
contraparte, acatadas siempre y
a veces incluso solicitadas con
abyección obscena, los gobiernos
de Álvaro Uribe y Juan Manuel
Santos consiguieron por fin
entregar a Colombia. Al ver el
resultado se angustia ahora, ya
demasiado tarde, el ministro de
Agricultura Juan Camilo
Restrepo: "¡No estamos
preparados!", gime. Y si lo
menciono en primer lugar a él
-heredero del Agro Ingreso
Seguro que en teoría estaba
destinado a "prepararnos" y por
el cual su predecesor está en la
cárcel- es porque el TLC será
nefasto en primerísimo lugar
para el campo: ese campo en
donde nacen todas las violencias
colombianas, guerrillas y
paramilitares combinados en sus
respectivas formas de lucha.
También la industria sufrirá, la
poca industria que todavía
subsiste. Aunque he leído, y
parece un chiste, que se abren
grandes posibilidades de
ganancias en el mercado inmenso
de los Estados Unidos para los
fabricantes colombianos de
paraguas, de quitasoles, de
tableros de parchís. Pero la
producción agrícola y pecuaria
será aniquilada al tener que
competir sin ayuda (Colombia
renuncia a subsidiarla) con los
poderosos (y ellos sí por
añadidura fuertemente
subvencionados, pues los Estados
Unidos se reservan ese derecho)
productores norteamericanos de
carne, de pollo, de huevos, de
leche, de arroz, de maíz. Y de
café. He leído que bajo el TLC
Colombia importará café de marca
estadounidense, así no lo sea de
origen sino venido de Vietnam o
de Costa de Marfil. O de la
propia Colombia, a menosprecio,
de ida y vuelta: de contrabando
a la ida, legal a la vuelta.
¿Por qué no? ¿Acaso no
importamos ya una vez millones
de hectolitros de leche de
Curazao, una isla árida que
carece de producción lechera
pero que sirvió de puente para
la en ese momento abundante y
barata leche radioactiva
prohibida por la catástrofe
nuclear de la central de
Chernobyl?
Ah: y las armas. Que les
pregunten a los mexicanos cómo
les ha ido en el tema de las
armas y en el de la harina para
las tortillas gracias a su
propio tratado de apertura, el
Tratado de Libre Comercio de
América del Norte.
Nos queda la droga, eso sí.
Aunque es el único rubro de
verdad importante en las
exportaciones colombianas hacia
los Estados Unidos, no lo
menciona el tratado. Lo cual
quiere decir que se mantiene.
Volviendo a los caciques de hace
cinco siglos: a los que no
quisieron aceptar la conquista,
los empalaron. Pero a los que
sí, a los Santos, les fue
todavía peor, porque los
empalaron más despacio. Y el
empalamiento duele. Consiste en
que al condenado se le introduce
por el ano una gruesa estaca
afilada clavada en el piso y,
tirando de las piernas, se hace
que la punta suba recto arriba
despedazando los órganos que
estorban su paso hasta que asoma
por la boca, destrozando lengua
y dientes. Momento en que el
empalado calla.
Y el que ayudó al empalamiento,
literalmente el mamporrero del
TLC, el que mostró con el dedo
por dónde había que meter el
palo, ese doctor Hernando José
Gómez que fue el negociador
principal del tratado bajo el
gobierno de Álvaro Uribe, ¿qué
hará entonces? Los cronistas de
la Conquista cuentan que
Francisquillo, el niño "lengua"
o intérprete que ayudó a los
españoles de Pizarro a penetrar
en las entrañas de Perú, lloraba
cuando vio cómo Pizarro, tras
capturar al Inca y extorsionarle
todo el oro del Imperio, lo hizo
empalar. El niño, dicen, "se
arrancaba a puñados los
cabellos".
Tal vez haya llorado también el
doctor Gómez. En estos días
publicaron unas fotos de cuando
firmaba de rodillas los
tratados, y es visible que está
ahora algo más calvo: se habrá
arrancado los cabellos a
puñados. Pero ¿y qué? Su cargo
actual, bajo el empalado
presidente Santos, es el de jefe
de Planeación Nacional. Sabe
Dios qué nuevos suplicios estará
planeando.
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