Comentario: Wall Street
pierde su inmunidad
por Paul
Krugman
A medida que sigue creciendo
el movimiento Ocupa Wall Street,
la respuesta de sus blancos ha
cambiado gradualmente: el
rechazo despectivo se ha
remplazado con las quejas. (Un
lector de mi blog sugiere que
empecemos a llamar a nuestra
clase gobernante la "kvetchocracia”,
o dominio de los quejosos
crónicos.) Los modernos señores
de las finanzas miran a los
manifestantes y preguntan: ¿qué
no entienden lo que hemos hecho
por la economía de Estados
Unidos?
La respuesta es: sí, muchos de
los manifestantes sí entienden
lo que Wall Street y, más en
general, la élite económica del
país han hecho por nosotros. Y
por eso es que protestan.
El sábado, The New York Times
informó sobre lo que gente en el
sector financiero dice en
privado sobre las protestas. Mi
cita favorita es la de un
administrador de dinero no
identificado que declaró: ' "Los
servicios financieros son una de
las últimas cosas que hacemos en
este país y lo hacemos bien.
Aceptémoslo’'.
Esto es profundamente injusto
para los trabajadores
estadounidenses, que son buenos
en muchas cosas y podrían ser
aún mejores si hiciéramos
inversiones adecuadas en
educación e infraestructura. Sin
embargo, debido al grado en el
que Estados Unidos se ha
rezagado en todo excepto en los
servicios financieros, la
pregunta debería ser: ¿por qué
es una tendencia y queremos
continuarla? Ello se debe a que
el financiamiento de Estados
Unidos no lo dictó la mano
invisible del mercado. Lo que
provocó que el sector financiero
creciera con mayor rapidez que
el resto de la economía,
empezando alrededor de 1980, fue
una serie de decisiones
políticas deliberadas, en
particular un proceso de
desregulación que continuó justo
hasta la víspera de la crisis
del 2008.
No por casualidad, la época del
sector financiero siempre en
crecimiento también lo fue de la
desigualdad en el ingreso y la
riqueza siempre en crecimiento.
Wall Street hizo una gran
contribución directa a la
polarización económica, porque
los ingresos en aumento en las
finanzas representan una
fracción significativa de la
parte en aumento del ingreso del
país para el uno por ciento
hasta arriba (y del 0,1% de mero
hasta arriba, que explica la
mayor parte de las ganancias del
1% hasta arriba). En términos
más generales, las mismas
fuerzas políticas que
promovieron la desregulación
financiera fomentaron la
desigualdad de conjunto en una
diversidad de formas,
debilitando al trabajo
organizado, aboliendo “las
restricciones indignantes” que
solían limitar los sueldos de
los ejecutivos, y más.
Oh, y, claro, se redujeron
drásticamente los impuestos para
los adinerados. Se suponía que
todo esto quedaría justificado
con los resultados: los sueldos
de los magos de Wall Street eran
apropiados, se nos dijo, debido
a las cosas maravillosas que
hicieron. No obstante, de alguna
forma, eso tan maravilloso no
bajó al resto del país, lo cual
era cierto aun antes de la
crisis. El ingreso medio de las
familias, ajustado a la
inflación, aumentó solo cerca de
un quinto entre 1980 y el 2007
respecto del de la generación
posterior a la Segunda Guerra
Mundial, aun cuando la economía
de la posguerra estuvo marcada
tanto por una estricta normativa
financiera como por tasas
tributarias mucho más altas para
los acaudalados de las que hoy
están bajo discusión política.
Entonces, llegó la crisis, que
demostró que todos estos dichos
sobre cómo las finanzas modernas
redujeron el riesgo e hicieron
que el sistema fuera más estable
son un total disparate. Los
rescates gubernamentales fueron
todo lo que nos salvó de una
crisis financiera tan negativa o
peor que la que causó la Gran
Depresión.
¿Y qué hay sobre la situación
actual? La paga en Wall Street
repuntó, aunque los trabajadores
comunes siguen padeciendo por el
desempleo elevado y cayendo los
salarios reales. No obstante, es
más difícil que nunca ver lo que
están haciendo los financieros,
si es que hacen algo, para ganar
ese dinero.
¿Por qué, entonces, Wall Street
espera que cualquiera tome en
serio sus quejas? Ese
administrador de dinero que dice
que las finanzas son la única
cosa que Estados Unidos hace
bien también se quejó de que dos
senadores demócratas por Nueva
York no estén de su parte, al
declarar: “Necesitan entender
quiénes son su electorado”. En
realidad, de seguro saben muy
bien quiénes son su electorado,
e, incluso, en Nueva York, 16 de
cada 17 trabajadores están
empleados en sectores no
financieros.
Sin embargo, en realidad no
hablaba de votantes, claro.
Hablaba de la única cosa que
Wall Street tiene en abundancia
gracias a esos rescates y a
pesar de la total pérdida de
credibilidad: dinero.
El dinero habla en la política
estadounidense, y lo que el
dinero del sector financiero ha
estado diciendo a últimas fechas
es que castigará a cualquier
político que se atreva a
criticar el comportamiento de
ese sector, sin importar qué tan
delicadamente lo haga, como
quedó evidenciado en la forma en
la que el dinero de Wall Street
abandonó ahora al presidente
Barack Obama a favor de Mitt
Romney. Y eso explica el asombro
del sector ante los
acontecimientos recientes.
Verán, hasta hace unas cuantas
semanas parecía que Wall Street
había sobornado e intimidado
eficazmente a nuestro sistema
político para que olvidara la
cosa de la economía. Luego, de
repente, algunas personas
insistieron en volver a plantear
el tema.
Y su indignación encontró eco en
millones de estadounidenses. Con
razón Wall Street se está
quejando.
Fuente: El Universo (Ecuador)
Gentileza:: Pica
[pica@cubarte.cult.cu]
paginadigital |