Manifiesto del
Sociorreproduccionismo
Prepictórico *
Jon Juanma
Illescas Martínez **
La Historia de la Pintura
desde el Neolítico, con la
aparición de la sociedad de
clases, ha sido la de una
disciplina artística ligada por
completo a los intereses de la
élite y las clases dominantes.
Desde el Antiguo Egipto pasando
por la Grecia Clásica o el
Imperio Romano, desde la
Florencia renacentista, la
España barroca o la Francia del
Segundo Imperio; siempre, fue
dependiente de los intereses y
los gustos de los poderosos,
porque ellos conformaban su
clientela. Desde el esclavismo,
pasando por el feudalismo hasta
llegar a nuestro sistema
capitalista actual, siempre ha
sido así.
El Sociorreproduccionismo
Prepictórico viene a invertir
esta situación, a provocar una
Revolución dentro de la Pintura
y las Artes Plásticas en
general, a colocar el arte al
acceso del pueblo, y en servicio
del mismo. Pero hagamos antes un
poco de memoria...
La Pintura desde los orígenes
del capitalismo y la Edad
Moderna
Desde el flamenco Van Eyck,
quien popularizó la pintura al
óleo; pasando por Miguel Ángel,
Caravaggio, Velázquez, Rubens,
Goya, Dalí o incluso Picasso
(pese a su vago comunismo),
todos los grandes pintores
trabajaron para las clases
dominantes. Aun siendo más o
menos significativas las
revoluciones formales y
conceptuales que su arte supuso,
el mismo siempre estuvo ligado
sin excepción al gusto y al pago
de los poderosos.
Casi nunca, la Pintura defendió
los intereses de las clases
populares y rebeldes.
Evidentemente, esto sucedió así,
porque en contadas ocasiones
fueron las clases populares las
que accedieron al poder y por
tanto pudieron retribuir a los
artistas por su trabajo. Entre
ellas, podemos citar el arte
desarrollado durante dos años en
los territorios controlados por
Espartaco con su ejército de
esclavos y proletarios. También
en las catacumbas de los
cristianos primitivos antes que
su religión se tornara la
oficial de tantos imperios
posteriores. Más tarde, en el
siglo XVI con la Revuelta
Comunista y la guerra de los
campesinos alemanes contra los
príncipes luteranos, etc. En
todos estos casos, al ser
aplastadas las insurrecciones,
la mayor parte sino toda la
producción artística rebelde,
fue destruida por los
vencedores, deseosos de que no
quedara en el imaginario
colectivo rastro de las hazañas
y la valentía de los vencidos1.
Para borrar, de este modo,
cualquier prueba de que alguna
vez, miles de valientes se
habían levantado contra el
injusto orden de cosas
existente. En cambio, aunque más
duradero fue el arte de las
distintas revoluciones
socialistas del siglo XX, como
ocurrió en el caso de la
Revolución Bolchevique, el
llamado "realismo socialista"
fue poco a poco recluyéndolo en
un corsé de difícil escapatoria,
todo, en aras de la sacrosanta,
por aquel entonces, ortodoxia
estalinista2. Al principio de la
Revolución Mexicana, también
hubo intentos de apoyar el arte
que defendía los intereses del
pueblo y su emancipación. Fue
aquí donde se incrustaron en la
Historia de la Pintura,
muralistas de la talla de Diego
Rivera, Siqueiros u Orozco.
Artistas que de otro modo, en
otras circunstancias históricas
o geográficas, se hubieran
plegado a los intereses de las
clases dominantes, o
sencillamente nadie los hubiera
conocido nunca (incluidos
nosotros).
Por supuesto, siempre hubo casos
de artistas con sensibilidad
social aun en las sociedades de
clases, que hicieron algún que
otro trabajo más personal, de
carácter privado, mientras
trabajaban para las clases
dominantes. Éste es el caso en
el siglo XVI de los grabados de
artistas españoles que en medio
del Imperialismo Castellano en
Latinoamérica, entre retratos de
nobles y aventureros
"conquistadores", de modo
privado dedicaban un tiempo en
pro de la Verdad y la Justicia,
ilustrando para la Historia, las
torturas que el Imperialismo
genocida europeo aplicó a la
pueblos indígenas. Ya en el
siglo XX, artistas
contemporáneos como el
norteamericano Norman Rockwell
(paradigma de artista a sueldo)
y otros compatriotas, hicieron
trabajos sobre los asesinatos de
negros en los convulsos sesenta
de los Estados Unidos de Malcolm
X, Martín Luther King y los
Panteras Negras, o sobre las
miserias de la Guerra de
Vietnam. Más recientemente,
incluso un artista tan burgués y
millonario como el colombiano
Botero se permitió el lujo
(inofensivo para el sistema
aunque decoroso a título
individual) de hacer algunas
pinturas, denunciando las
torturas norteamericanas, en la
prisión iraquí de Abu Ghraib.
Lo anteriormente expuesto no
cambia la naturaleza estructural
del problema central, a saber:
que la pintura como disciplina
artística se ha hallado siempre
y en todo lugar, en cualquier
sociedad post-neolítica,
secuestrada por los bolsillos y
los gustos de su clase
dirigente. Esta situación se
prolonga hasta nuestros días con
especial intensidad, pese a la
falsa retórica liberal de máxima
autonomía del arte.
El papel de la pintura hoy
Actualmente, la Pintura se halla
absolutamente secuestrada por la
burguesía. Desde su élite,
pasando por sus estratos medios
e inferiores, es ella la que
establece los gustos pictóricos,
lo que se pinta y lo que no. La
causa principal: en última
instancia, es ella la que paga.
Al igual que en otros sectores
del sistema capitalista, ejerce
"de facto" una terrible
dictadura sobre la mayor parte
de la humanidad, con especial
ahínco en el conjunto de las
clases populares y los obreros
asalariados. Pero, como
burgueses ambos, ¿la ejerce
igual el magnate de los medios
de comunicación que el
industrial de una fábrica de 50
obreros, o peor aun, que el
propietario de un bar?
Evidentemente, no. Quien
principalmente dicta qué tipo de
pintura tiene éxito, qué tipo se
cotiza y cuál no, es la alta
burguesía económica. La misma
ejerce su dictadura cultural con
sus mandarines, los
intelectuales orgánicos,
materializados en la figura del
crítico de arte asalariado;
personaje ruin, tramposo y
arribista por naturaleza, que
busca presto las subvenciones de
los gobiernos de las diferentes
instituciones del Régimen, la
Banca y los capitalistas.
El crítico de arte, cumple el
papel de vocero de la alta
burguesía. Él adorna los
designios económicos de aquélla,
hasta convertirlos en verdades
estéticas (no sin cierta
autonomía en las distancias
cortas). Embellece con vacía
retórica las más absurdas y
mediocres exposiciones de
pintura, que no pocas veces, él
mismo, como comisario, tiene a
bien dirigir. De este modo,
consigue aumentar su prestigio
como dócil sabueso del Régimen y
agradar a su amo, el distinguido
y honorable señor Don X, el
cual, lo recompensará con una
columna fija en la sección
cultural de su periódico
nacional.
Distintos tipos de pintura para
cada estrato burgués
La élite compra por el nombre
del autor, por la pura y dura
cotización de la obra en el
Mercado del Arte. Negocio éste,
que seguramente, ayuda a
mantener o difundir de algún
modo, bien montando exposiciones
desde una fundación para
desgravar impuestos de alguna de
sus múltiples empresas; o bien
desde las páginas de su prensa
mediante la voz de sus
mandarines. Por tanto, a la
élite no se le puede atribuir
preferencia por ningún estilo
pictórico concreto. Lo mismo
compra una obra de Picasso que
una obra de Rembrandt, una
pintura de Pollock que otra de
Hopper. Lo único que le importa
es su cotización actual y la
plusvalía que pueda reportarle
en un futuro cuando la venda3.
Los estratos secundarios de la
burguesía (a la vez divididos en
diversas gradaciones según sus
activos y poder adquisitivo)
compran siguiendo los patrones
del grupo anterior, pero hasta
donde lleguen sus posibilidades.
Evidentemente, jamás podrán
comprar un Van Gogh o un Miró de
los grandes, pero sí dibujos
preparatorios de Degás o un
cuadro no muy conocido de Soroya.
Utilizan el arte,
principalmente, para darse
prestigio con sus amigos ricos,
como modo de proyectar un
estatus y afianzarlo. Algunos de
ellos son firmes creyentes de
las verdades de los propios
mandarines, los críticos de
arte. A otros miembros en
cambio, les importa un "bledo"
el Arte, como le ocurre a una
gran mayoría de la élite, pero
lo coleccionan porque así lo
manda el libro no escrito del
buen burgués4. Del mismo modo
que saben que deben tener un
Mercedes o un Jaguar, vestir un
traje de Armani o cazar
antílopes con una escopeta Kemen,
compran arte para obtener
prestigio simbólico, de cara a
los miembros de su clase.
En cambio la pequeña burguesía,
dependiendo de si pertenece a
una gran ciudad o una pequeña,
tiene gustos que van desde un
extremo del espectro formal al
otro. Desde las copias del arte
"de moda", realizadas por
artistas de baja cotización,
siguiendo los patrones de los
mandarines nacionales, hasta la
pintura naturalista o
impresionista de los enclaves
más conocidos de la localidad en
cuestión (catedrales, miradores,
playas, montañas, plazas
mayores, etc) o los aburridos
bodegones del pintor
hiperrealista de turno. La
pequeña burguesía, en su sector
"moderno" o falsamente
ilustrado, pertenece al más
auténticamente "creyente" de la
política cultural de los
mandarines y la élite
capitalista. La pequeña
burguesía "menos educada",
prefiere los cuadros de
monumentos o paisajes típicos de
su localidad. En cualquier caso,
cree verdaderamente que lo que
compra le gusta y tiene calidad
artística "per se". Este estrato
también engloba a los sectores
de clase media, tipo
profesionales liberales o
aristocracia obrera bien
remunerada, como funcionarios o
técnicos especialistas.
El problema de este secuestro de
la Pintura, heredada desde que
se dejó de realizar en las
cuevas con intenciones
mágico-religiosas o simplemente
estéticas, permanece con la
sociedad de clases capitalista5,
llegando en ésta, al nivel más
ínfimo de calidad que se
recuerda en toda la Historia
comparándola con el desarrollo
de otras manifestaciones de la
actividad humana. Otra causa que
incide sobre este fenómeno fue
la aparición de la fotografía a
mediados del siglo XIX. La cual
fue suplantando a la Pintura
como modo de dejar testimonio
visual de personalidades,
acontecimientos y escenarios de
diversa índole. También la
reemplazó en su clásico papel de
propaganda política. A partir de
ese momento, la Pintura fue
buscando su camino hasta llegar
al escenario descrito
anteriormente.
Nunca antes se colaron en esta
disciplina, tantos artistas
advenedizos y farsantes como en
la actualidad, donde su uso
social es residual en una
cultura crecientemente
intangible6. Su práctica y
sentido social quedan cada vez
más relegados a tratamientos
psicológicos y distracción de
jubilados; en parte, por el
triunfo de las tesis kantianas
sobre el desinterés del juicio
estético por lo práctico, y
llegando a su apogeo con la
conocida fórmula burguesa de "el
arte por el arte"7. Un arte
absoluto, ajeno al mundo de
donde surge, como una material
del Más Allá o un meteorito que
llega del espacio exterior para
caer certeramente en una
prestigiosa sala de exposiciones
de Nueva York. Así quiere la
burguesía que veamos la Pintura
y las Artes Plásticas en
general. Un arte donde todo
vale, y por tanto, nada vale.
Donde el hechicero, el mandarín
del crítico, con su dedo del Más
Allá o del espacio exterior
decide qué procede del Reino de
los Cielos, qué viene desde una
lejana galaxia o qué no merece
entrar siquiera en la categoría
de "Arte"8, haciéndole creer al
pueblo que si lo que el
"experto" celebra no le gusta ,
es "porque no tiene suficiente
preparación o cultura",
tratándolo como a un niño
pequeño sin personalidad cuando
no se adapta a su política
oficial9.
Este arte, es muy útil para los
intereses de la burguesía, para
los intereses del "status quo".
Porque un arte que no habla de
nada, no mueve al pueblo, a la
humanidad, a ningún sitio,
excepto a la más absoluta
vacuidad.
El Sociorreproduccionismo
Prepictórico nace en este
difícil contexto para liberar a
la pintura del yugo del Capital,
de la Dictadura de la Burguesía
y de su Élite.
Se circunscribe dentro de un
movimiento más amplio que los
socialistas y los comunistas
auténticos hemos de construir,
para prepararnos de cara a la
revolución socialista y la
imposible restauración posterior
del capitalismo. Para que no
ocurra como en muchas
revoluciones del siglo XX que
perecieron y retornaron al
capitalismo, no sólo por los
continuos ataques del
imperialismo mundial, sino por
sus propios defectos y
carencias, siendo muy
significativas las culturales.
Este movimiento, que llamaré
Cultura de Resistencia
Socialista (CRS), nos es urgente
y necesario para desintoxicarnos
de la cosmovisión burguesa del
mundo. Ideología alienante que
amputa nuestros sueños de mil
formas, desde las más descaradas
hasta las más sutiles, y por
tanto, peligrosas. Debemos
construir un nuevo paradigma
cultural basado en los mejores
valores clásicos del socialismo
y del ser humano, atendiendo al
siguiente axioma de Karl Marx:
"La desvalorización del mundo
humano crece en razón directa a
la valorización del mundo de las
cosas". No basta con
nacionalizar la economía,
colectivizar las tierras, abolir
la herencia y democratizar la
política (cosas todas ellas
imprescindibles). Nuestro mundo,
debe ser cada vez más el del
hombre y menos el de las cosas,
más el de la cultura y menos el
del consumo, más del ser y no
tanto el del tener.
¿Qué es el
Sociorreproduccionismo
Prepictórico?
Es un sistema socialista de
distribución y acceso a la
pintura que elimina el máximo
posible las distinciones de
renta en una sociedad clasista
como la capitalista, rompiendo
con el elitismo imperante en las
exposiciones burguesas.
Normalmente, éstas tenían un
precio de compra de la obra
original prohibitivo para la
clase obrera, los estudiantes,
parados y el resto del pueblo.
Él mismo no podía acceder a la
adquisición de pinturas
originales, ni siquiera en las
exposiciones del estrato bajo de
la burguesía o las clases
medias. Difícilmente un obrero,
y con toda razón, podía pensar
en comprar una obra que
equivalía a todo su salario
mensual, o incluso que lo
multiplicaba hasta dos y tres
veces. Por ello, la Pintura
siempre se ha visto como una
disciplina artística elitista,
no en su contemplación, pero sí
en su adquisición.
¿Cómo evita este elitismo el
Sociorreproduccionismo
Prepictórico? Éste es un sistema
de resistencia, no un sistema
perfecto ni ideal, porque se
dará dentro de una sociedad muy
imperfecta como es la
capitalista. Pese a ello, en su
interior, desarrollará la
semilla de la conciencia y el
igualitarismo necesarios para el
posterior desarrollo del
socialismo. El método consiste
en que, al inaugurarse una
exposición, el artista llegará a
un acuerdo con el pueblo
representado por el público
visitante. El pintor, enmarcado
en la Cultura de Resistencia
Socialista, se comprometerá con
el público a que durante la
exposición, ningún cuadro de la
misma será vendido a un
comprador directo. Ninguna
persona con mayores recursos que
otra podrá comprar directamente
la pieza original. La única
forma de acceder a la misma,
será adquiriendo una de las
sociorreproducciones
prepictóricas que darán derecho
a la participación en un sorteo
de dicha obra.
¿Y qué es eso? Son
reproducciones fidedignas de
alta calidad de cada lienzo que
se encuentre expuesto. Estas
sociorreproducciones tienen un
valor estético en sí, debido a
su alta definición y cromatismo.
Las sociorreproducciones tendrán
un precio absolutamente
popular10 que estará relacionado
con el salario mínimo
profesional del país en
cuestión, siendo un dividendo
pequeño del mismo. Al
comprarlas, el público adquirirá
una participación, dividida en
dos mitades con el mismo número
impreso, para la adquisición de
la obra original. Una mitad se
depositará en una urna
transparente colocada a la vista
de todos para garantizar la
veracidad del proceso; la otra,
se la llevará el ciudadano
consigo para tenerla el día del
sorteo y comprobar que efectuó
la compra en caso de duda. El
último día de la exposición, se
hará un sorteo con la presencia
del público que desee asistir.
Por cada 50 participaciones
expedidas (por cada 50
compradores, que no compras), se
dará un cuadro al número
ganador, comenzando el
compromiso del artista por
sortear uno sin importar si se
llega o no a ese mínimo. Cada 50
compradores más, se sorteará una
nueva obra original. Al llegar a
100, dos obras, 150, tres, y así
sucesivamente. La extracción de
los números agraciados se hará
por una mano inocente de entre
los asistentes, después de mover
la urna y mezclar los números, a
la vista de todo el público
participante. Los ganadores se
llevarán la pintura original de
la obra que previamente
compraron como
sociorreproducción.
¿Cómo se evitan las
desigualdades de acceso a la
obra original?
Para que no prevalezca la renta
en este sistema, se dará sólo
una participación a cada
ciudadano que compre al menos
una sociorreproducción, y no una
participación por cada compra,
como sería de esperar. De modo
que, si un ciudadano de un
estrato superior de la clase
obrera o perteneciente incluso a
la pequeña burguesía, intentase
comprar más sociorreproducciones
para conseguir de este manera
más participaciones y con ello
más posibilidades para que le
tocara un lienzo original (como
si fuesen décimos lotería), no
tendría más posibilidades que un
desempleado o que un obrero no
cualificado para obtener la obra
original. O sea, al ciudadano,
tanto si compra cuatro
sociorreproducciones como si
compra una, se le expide una
sola participación para el
sorteo. Esto es un sacrificio y
un compromiso del artista, el
cual debido a su ética
socialista, no puede aceptar que
el Sociorreproduccionismo
Prepictórico se transforme en
una rifa de feria, donde se
premie al que más dinero tenga
para comprar más "papeletas". El
artista socialista entiende, que
si un trabajador, y más en estos
tiempos de crisis, decide gastar
su dinero en una
sociorreproducción, ya es prueba
más que suficiente para
premiarle con la posibilidad de
llevarse una obra original, que
tanto esfuerzo y tiempo le ha
costado elaborar.
¿Cuál es la cotización de la
obra en este sistema?
El "minimum" de precio de
partida, se calcula como el de
un obrero especializado
autónomo. Es una estimación del
tiempo trabajado en todas las
pinturas en conjunto, más los
materiales y gastos de
transporte. De esta manera el
artista, desciende al terreno de
los mortales, separándose del
concepto de artista-genio tan
promocionado por los agentes del
sistema capitalista. Si es buen
o mal artista, si es buen o mal
artista trabajador, si está en
conexión o no con el pueblo, el
mismo público será el encargado
de sancionarlo.
De todos modos, el precio al que
se llegará al final depende por
entero de la aceptación media
que el conjunto de la obra tenga
en la exposición. Serán los
propios ciudadanos, los que
decidirán la cotización de la
misma con su compra, y no ningún
crítico-mandarín apoyado en los
medios de la élite burguesa.
Pero, ¿cómo? El artista pondrá
un minimum al que se podrá
llegar o no. En el estreno del
Sociorreproduccionismo
Prepictórico10 serán 50 compras,
un mínimo de 50
sociorreproducciones para
obtener una pintura original.
Pero la dialéctica de la
exposición es tan verdaderamente
democrática y abierta, que es
posible que si al público no le
agrada la obra expuesta, no se
llegue ni a ese "mínimum" y el
artista con su precompromiso de
entregar al menos una obra, se
viera obligado a sortearla sin
haber llegado al precio mínimo
que estimó.
Lo bonito del caso es que si el
artista tuviera éxito y
aceptación por parte del
público, su obra subiría de
cotización. ¿Cómo? Simplemente
si cada ciudadano o algunos del
público compraran más de una
sociorreproducción, sabiendo de
antemano, que esto no aumenta
sus posibilidades de hacerse con
una obra original. Si el público
comprara de media dos o tres
sociorreproducciones "per
cápita", la cotización de la
obra se multiplicaría por dos o
tres como premio por la
aceptación de su arte. El
artista recibiría el doble o el
triple de ingreso, mientras que
cada ciudadano-comprador
seguiría manteniendo las mismas
oportunidades (2%) de hacerse
con la obra, debido a que se
expediría una única
participación por persona, al
margen del número de obras que
comprara cada cual. Con el
"plus", de que el precio de la
sociorreproducción seguiría
siendo el mismo. De esta manera
la cotización no dependería de
la influencia de un
crítico-mandarín sostenido por
la élite burguesa, sino del
mismo público de las clases
populares.
En definitiva, el
Sociorreproduccionismo
Prepictórico se presenta como
una posibilidad para que el
pintor, con la necesaria ayuda y
participación del pueblo, libere
a la Pintura y las Artes
Plásticas de sus cadenas
históricas. Ayudando además, al
desarrollo de una cultura
necesaria: la cultura
socialista.
Notas:
1. Esto ocurre ahora, sin ir más
lejos, con todo el arte que se
desarrolló en los países del
llamado "socialismo real". No
hay ni rastro del mismo. El
sistema se encarga de ahogarlo
en el olvido. Si uno intenta
buscar un monográfico sobre la
Pintura Soviética o sobre su
vanguardista cine de animación
(1917/1991), mejor busque otra
cosa. Con toda seguridad, le
será más fácil, coleccionar
anuncios metálicos de Coca-Cola
de los años cincuenta o estudios
comparativos sobre la producción
de la Mariquita Pérez entre la
España franquista y la Cuba
batistiana. Ya se sabe, cuestión
de prioridades históricas, cosas
del "libre mercado" y la mano
que mece la cuna...digo... "la
mano invisible".
2. Término que vino a significar
una reducción de la tradición
realista europea del siglo XIX,
corsé que amputó las
posibilidades imaginativas de
los grandes maestros soviéticos
que, debido a una interpretación
mecanicista y vulgar del
marxismo, se vieron atrapados en
la rígida estructura
estalinista. Una lástima, porque
seguramente no hubo nunca en la
faz de la Tierra una Academia de
Bellas Artes que diera tan
grandísimos maestros desde un
punto de vista técnico.
3. Imaginemos un ejemplo. El
magnate de turno, el Señor Z (de
zorro, por decirlo suave), hace
una compra de 20 cuadros de
Cézanne como inversión. Entonces
de repente, como "por
casualidad", su Fundación Z, que
utiliza para desgravar impuestos
de su Multinacional Z, hace una
retrospectiva de Cézzane,
llamada "Cézanne en Provenza" y
también, por mera coincidencia,
en sus periódicos y revistas
dicen que lo que está de moda en
Cultura es visitar la Sala de
Exposciones de la Fundación Z en
donde hay una maravillosa
retrospectiva del pintor
francés. Por supuesto, al cabo
de un tiempo, el Señor Z pondrá
a subasta algunos de esos
cuadros tan preciados y los
venderá por un precio mucho
mayor que los compró, debido a
la revalorización "casual" que
sufrió su obra durante ese
tiempo. Vamos, todo, ¡por amor
al arte!
4. Muchos de ellos son nuevos
ricos sin formación y con poco
bagaje cultural que, atendiendo
a su filosofía de vida sumamente
pecuniaria, creen que pueden
comprar prestigio cultural del
mismo modo que compran un par de
zapatos.
5. Una excepción parcial sería
el fenómeno grafiti, que tiene
muchos puntos en común con el
muralismo. Sin embargo, el
Sociorreproduccionismo
Prepictórico, aprovechándose de
los adelantos técnicos de la Era
de la Reproductibilidad, tiene
una potencialidad de llegar a un
público exponencialmente mayor
alcanzando, una inigualable
sociabilización y
democratización del Arte.
6. Para ver cómo el capitalismo,
de modo creciente, diluye las
fronteras que históricamente han
marcado las diversas, pero
semejantes, culturas humanas,
entre cosas de comer, cosas de
usar y cosas de mirar; y cómo
una fuerza centrífuga que
precipita a la cultura humana
por un enorme agujero negro en
donde todo tiende a ser,
simplemente, cosas de comer
(consumir/destruir); recomiendo
leer el excelente ensayo de
Santiago Alba Rico: "La ciudad
intangible" (2001). De esta
enorme impostura cultural, no se
libra claro está, la Pintura,
que queda sin el aire que
necesita para vivir: el tiempo,
para mirarla y reflexionar.
Tiende a ser consumida y por
tanto destruida, de la misma
forma que lo hacemos con un
anuncio de perfume o una
hamburguesa del McDonalds, que
inmediatamente engullimos en
nuestro difuso universo icónico
o en nuestra endeble salud
hiperquímica.
7. Ejemplificada en el arte
abstracto, que no por casualidad
es el favorito en todas las
oficinas de las principales
instituciones financieras. Para
saber un poco más acerca de la
conexión entre el
abstraccionismo y los poderes
fácticos capitalistas, leer el
excelente capítulo "Garabatos
yankees", del magnífico libro "
La CIA y la Guerra Fría
Cultural" (2001), ejemplo de
periodismo de investigación, de
la británica Frances Stonors
Saunders
8. El absurdo al que hemos
llegado es importante. El
crítico puede llegar a decidir
qué es Arte o qué no llega a esa
categoría, como afirma el
crítico norteamericano George
Dickie. Esta impostura sería
difícilmente sostenida en música
o literatura, donde aunque las
obras sean malas o no del gusto
de un sujeto en particular, a
nadie se le ocurriría decir que
tal grupo no hace música o tal
escritor no hace literatura. En
todo caso, nos puede parecer
"mala música" o "mala
literatura", pero no negar la
naturaleza del objeto analizado.
Sería igual que decir que una
persona por no gustarnos, no
llega a la categoría de persona:
"Miguel me cae mal, por tanto no
es un hombre." "María es fea,
por tanto no es una mujer."
9. Curioso el doble rasero de
los voceros del régimen. Cuando
el pueblo no está de acuerdo, es
que no entiende, como un infante
sin preparación. En cambio,
cuando tras unas elecciones
generales por poner un ejemplo,
gana cualquiera de los partidos
del régimen, los voceros lo
alaban apelando a su "madurez
democrática". Según ellos, para
opinar sobre arte hay que ser
experto, Licenciado en Bellas
Artes o Filósofo especializado
en Estética, pero para votar no
hace falta ser Licenciado en
Ciencias Políticas ni en
Historia. Evidentemente, un
especialista en cualquier
materia tendrá más bagaje que
otro que no la tenga, pero al
igual que hay Licenciados en
Política de derecha y otros de
izquierda. ¿Qué pasa con el
arte? ¿Que si te niegas a creer
sus dogmas eres "gilipollas"?
Pues bien, yo mismo, me licencié
en Bellas Artes en su sistema
ortodoxo burgués, con todas sus
mentiras y medias verdades sobre
el arte moderno. Además, obtuve
Premio Extraordinario Final de
Carrera, y por tanto, quedo
legitimado según su falso
criterio, para opinar sobre
arte. Pues bien señores, la
diferencia entre antes de entrar
a su facultad y ahora, es que,
al principio, tenía un poco la
duda existencial sobre porqué no
me gustaba gran parte del arte
actual. La duda era provocada
por la humildad de quien sabe
que no ha contrastado lo
suficiente, del joven aprendiz.
Tres años después de licenciarme
y tras un estudio profundo sobre
el tema, incluidos muchos libros
de los suyos (que son los que
copan las librerías y
bibliotecas), afirmo en voz alta
que más del 90% del arte oficial
actual, promocionado por sus
galerías e instituciones
"públicas", es simple y
llanamente, tanto formal como
conceptualmente, una" puta
mierda".
10. El precio de cada
reproducción, en la primera
exposición del
Sociorreproduccionismo
Prepictórico, será de 25€, lo
que equivale a menos del 5% del
salario mínimo interprofesional
en España. Con este precio, una
persona podrá llevarse la obra
original en el sorteo el último
día de exposición, teniendo las
mismas posibilidades que
cualquier otra, que gaste el
mismo dinero o más, comprando
igual o más reproducciones.
* La primera muestra del Sociorreproduccionismo Pictórico tendrá lugar en
la exposición de Jon Juanma
"Arte Popular," la cual se
celebrará en la ciudad de
Orihuela (Alicante), entre los
días 19 de diciembre y 18 de
enero. La inauguración será el
viernes 19, a las 20:30 horas,
en la Calle Rufino Gea, nº5,
Bajo, en la travesía que va
desde El Casino hasta el Teatro
Circo.
** Jon
Juanma es el seudónimo
artístico/revolucionario de Jon
E. Illescas Martínez, Licenciado
en Bellas Artes, artista
plástico, analista político y
teórico del socialismo.
Para cualquier comentario con el
autor sobre el Manifiesto:
jonjuanma@gmail.com
Para ver una parte de la obra
plástica del autor:
http://jon-juanma.artelista.com/
Blog:
http://jonjuanma.blogspot.com/
Gentileza:: Jon Juanma
[jonjuanma@gmail.com]
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