"Porque lo amo"
Por
Cecilia Bustamante
Es muy cierto que la muerte del
Ché Guevara marca profundamente
a mi generación. Personalmente,
cada vez que veo las fotos del
Che, el mito en que se convirtió
para tantos idealistas y
rebeldes del mundo – me dan
ganas de pellizcarme para
convencerme que fue la misma
persona a cuyo lado hubo en
tiempo clave, una mujer peruana
que ha sido silenciada tal vez
porque no tomo el fusil, porque
su labor era otra en el
Movimiento Revolucionario. Ella
se llamaba Hilda Gadea. Pocas
veces se la menciona, mas los
hechos que forman parte de la
historia no pueden alterarse por
mucho tiempo. Esta peruana casi
desconocida, tuvo gran
influencia en la vida de Ernesto
Guevara, al unirse con el Che y
vivir, ella cuando su época de
deportación a causa de su
actividad política dentro del
APRA, y el otro por trashumante
y soñador discurriendo por
Sudamérica, Centro América y
México; Hilda quien ya conocía a
Fidel Castro tiene el papel, hoy
histórico, de introducirlos.
Hilda Gadea fue estudiante en la
Universidad de San Marcos, donde
se graduó en 1948 . Tuvo
actividad partidaria intensa en
el Consejo de Estudiantes de San
Marcos cuando el líder aprista
Luis Alberto Sánchez era Rector.
Salida de la Universidad, fue
pronto la primera mujer en el
Comité Ejecutivo Nacional del
APRA (CEN) y Secretaria de
Economía.
En aquellos años la conocí y
mantuvimos amistad cuando
coincidimos en el Diario La
Tribuna, en que daba yo mis
pininos periodísticos. Era de
carácter suave, observadora, y
sonreía con facilidad, no era
exactamente bella, pero tenía el
aura del apasionado. Novata como
era yo, no comprendía bien la
profunda pasión que la animaba
en el servicio al Partido del
Pueblo. Nuestro enlace fue mas
de mujer a mujer, es así como me
habló de su marido Ernesto
Guevara…y que andaba de viaje, y
que tenia que seguir
viaje…Ignorante estaba yo de lo
que pasaba en Cuba y en Sierra
Maestra, pienso que el papel que
ella tuvo en acercar a la
dirigencia del APRA con su
predestinado marido, es de valor
histórico.
El estaba esos días en Lima,
Vivian en un departamento de la
Calle General Garzon y una tarde
me dijo “Vamos, se me ha hecho
tarde y la bebe esta con su
papá, tengo que ir..”
Y es así como la acompañé,
subimos un piso y cuando abrió
la puerta y entramos vi que era
un modesto “lugar en que se
vive” . Se oyó una voz varonil
desde el dormitorio que decía ”
-!Ya llegaste! ¿Quien está
contigo?” -“Es una amiguita del
diario, es poeta…” y nos reímos
todos. Cuando entramos al
dormitorio su esposo estaba
echado en la cama, de costado,
en camiseta sin mangas y la bebe
que se llamaba Hildita era una
gordita graciosa estaba jugando
con algo, sentadita al lado de
su padre. Tengo una foto de
ellos dos en mis archivos que
hoy no puedo localizar. A través
de mis propios viajes y
peripecias por mi propia
disidencia o siguiendo parte de
mi destino, muchas cosas me han
tomado, y tengo temor de que
alguien haya birlado esa tierna
foto.
Nos fuimos a la cocina a hervir
agua, nos sentamos sin nada de
efusiones, era bien pacífico el
ambiente, nuestro modo, él
tomaba mate parece y tenia su
bombilla argentina:, Hilda y yo
nos preparamos te de ése fuerte
que viene de nuestra selva..
Unos crocantes panes franceses
habíamos comprado antes de
llegar y con aceituna negras,
como se usaba en Lima, los
comimos disfrutando.
Y: “- ¿de que escribes?” –“Sobre
el campo, mis recuerdos.”
“-..hmm, no mucho campo por
aquí, che…” -“es que yo te hablo
de las sierras..” Hildita era el
centro, se portaba muy bien, no
charlamos mucho mas que sobre el
periódico La Tribuna en que
ambas trabajábamos, unas
preguntas sobre libros y poetas.
Mencionó a Garcia Lorca. Nada
mas. Era una persona nueva,
diferente para mi, su acento
argentino me era muy agradable.
Con el tiempo he llegado a
divagar que cuando él se volvio
famoso las personas curiosamente
lo empezaron a ver alto, mas
grande y fuerte de lo que
realmente fue.
Poco después Hilda me dijo que
su marido se había ido. Me
sorprendí. “-Hay algo político
en Cuba”, me dijo. – “Y, por qué
tiene que irse? - “No entiendes,
hay una Revolución, hay gente
que está en Sierra Maestra, allí
esta el Che…” – “Y¿ por qué no
has ido tu? No deberías haberlo
dejado ir a una revolución..” –
“-Es algo muy grande que esta
pasando….”me respondió. – “Pero,
mejor te vas”, dije al notar su
aire entristecido. –“Y, con
quién está? Me has dicho que hay
guerrilleros y guerrilleras,
mejor te vas, no debes dejarlo
solo allí en esas sierras..” –
“- Mira, Ceci, yo se lo que me
quieres decir, pero ahora yo te
pido que entiendas esto: lo dejo
que esté en la revolución
cubana, porque lo amo, lo amo…”
Me parece oír hoy el sonido de
esas palabras.
Me callé la boca y de allí en
adelante me dediqué a informarme
sobre lo que estaba pasando en
Cuba, el rol del APRA a mediados
de los 50s. Llegaban muchos
cubanos por la redacción, conocí
a otros dirigentes ya que
trabajaba como editorialista;
parecía que esperaban todos el
nacimiento de un nuevo mundo,
sino, me decía, cómo seguir
adelante? Los entretelones de
esos tiempos de relación de
Fidel con al APRA, nunca los he
conocido sino someramente.
El asunto es que triunfó la
Revolución y era gran jolgorio.
Empiezan a regresar a su isla
los cubanos, y mas y mas
personas vinculadas al
Movimiento van yéndose a Cuba.
Pero…Hilda... no se embarcaba,
no iba, empezamos a sentirnos
incómodos sus amigos; pero así
fueron las cosas. El Ché para
entonces ya tenia a Aleida March.
Hilda y los amigos lo sabían,
mas, armada de coraje cuando le
tocó turno, se fue…Ella trabajó
en alto cargo en el equipo de
economistas de la triunfante
Revolución Cubana. Yo me case y
luego nos desconectamos.
Un par de años después en Lima,
cruzando la Ave. Wilson, por el
Paseo Colón, por allí me parece,
voy por la berma central y veo
en la acera al frente caminando
a Hildaaaa!…estaba tan bien,
elegante la vi, a gritos nos
llamamos y nos saludamos con los
brazos en alto..cruce rápido y
nos abrazamos, tuve ganas de
llorar, ella ahora era tan
importante en el gobierno de
Castro, viajaba por muchos
países. Me dijo que había estado
en Yugoslavia y etc., etc. Me
olvidé de preguntarle por
Hildita…Iba apurada a alguna
entrevista muy importante y nos
despedimos con muchos besos,
recuerdo la tibieza de su
cuello, el olor de su piel y su
cabello. Nunca mas nos volvimos
a ver. Nunca mas. Y tengo
resentimiento por ello.
Supe que había muerto no mucho
después, nunca he sabido qué le
ocurrió, las circunstancias de
su muerte. Y no hace mucho me he
enterado que Hildita Gadea
Guevara, la hija del Ché,
también ha muerto. Me fastidia
íntimamente cuando veo la
publicidad para la hija de
Aleida March, y nunca mencionan
a su hermana. Bueno, todo está
en el pasado, la historia es el
pasado; estas personas de alguna
manera pertenecen a la historia
de nuestros pueblos.
Yo, por mi lado, siempre
recuerdo sus palabras: “…porque
lo amo, porque lo amo…”
Gentileza: Editorial Poetas
Antiimperialistas de América
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