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Calfulcurá, Señor de las
pampas.- (Argentina) 4/5/04
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No para dar por pensado,
sino para dar en qué pensar
Agenda de Reflexión
Número 187, Año II, Buenos Aires, viernes 4
de junio de 2004
Calfulcurá, Señor de las
pampas
[Investigación histórica de Gustavo Scalcini] El 4 de junio de
1873, sin heroísmo ni en ningún entrevero, sino de viejo y de pena y rodeado de
la chusma [mujeres], murió Juan Calfulcurá [Piedra Azul], soberano
absoluto de la nación mapuche y de las pampas por cuarenta años. Su tumba
resultó profanada seis años después por soldados de la Campaña del desierto
comandada por Julio A. Roca y sus huesos terminaron en el Museo de Ciencias
Naturales de La Plata, hasta que este mismo año 2004 se reclamaron sus
restos. La
historia de poderío de este araucano llegado de Chile puede comenzar a contarse
a partir de 1929, cuando Juan Manuel de Rosas asumió el gobierno de la provincia
de Buenos Aires y negoció con los indios pacíficos y enfrentó a los rebeldes
insumisos, entonces liderados por el cacique pampa Toriano. Secundado por
Calfucurá y su hijo Namuncurá (el padre de Ceferino, "el santito de las
pampas"). Finalmente Toriano fue vencido por tropas de Rosas y sus aliados, los
borogas. Tras el fusilamiento de Toriano en Tandil, los borogas comenzaron a
perseguir a los vencidos y cometieron varias masacres, hasta que tres años
después Calfucurá los emboscó, mató a unos mil guerreros y se llevó cautivas a
todas sus mujeres. Así se hizo dueño del amplio territorio de Neuquén, Río
Negro, La Pampa, casi todo el interior de Buenos Aires, San Luis y gran parte de
Mendoza.
La venganza de Calfucurá provocó la Campaña del desierto de Rosas, que derrotó
uno a uno los caciques que encontraba. Ese fue el momento en que Piedra Azul
tomó el mando de todas las tribus conformando la Confederación Araucana,
tras matar al cacique chileno Railef. El cuartel central del nuevo caudillo
pampa y de "nuestros paisanos los indios" (en palabras del libertador San
Martín) fueron las tolderías de Salinas Grandes, donde, en forma inteligente,
formó espías y perfeccionó su lenguaje castellano para a negociar de palabra y
por escrito con
Rosas.
Después de Caseros, al descubrir que los otros gobernantes huincas [cristianos,
blancos] no tenían la mano dura de Rosas pero persistían en usurpar las tierras
pampas, Calfucurá lanzó una nueva campaña de grandes malones, saqueando
estancias y pueblos
enteros.
Mientras tanto, recibía los diarios de Buenos Aires y Paraná y se enteraba que,
aprovechando la desunión nacional, podía negociar con Justo José de Urquiza. Con
él selló la paz y desconoció todo poder bonaerense. Sus conas [guerreros]
llegaron con sus chuzas [lanzas] hasta pocos kilómetros de Buenos Aires y hasta
vencieron en la batalla de Sierra Chica (Olavarría) a Bartolomé Mitre. Luego
hicieron lo propio con el general Hornos, quien enfrentó al poderoso ejército de
Calfucurá de 6.000 aguerridos guerreros en Tapalqué y también resultó vencido,
por lo que los porteños, con la indiada a sus puertas, comenzaron a padecer el
terror de ser invadidos en la propia Gran
Aldea.
Cuando su poderío parecía no tener límites, cansado de matar huincas y ganar
batallas, Calfucurá intentó una decisiva hazaña y le declaró formalmente la
guerra al presidente Sarmiento. Fue su gran error: resultó impensadamente
vencido en la batalla de San Carlos, en el actual Partido de Bolívar (Buenos
Aires), y nunca más volvió a guerrear. Recluido en Salinas Grandes, Calfucurá
pasó en adelante sus días inmerso en la tristeza, hasta que el 4 de junio de
1873 dejó el legado de "no abandonar Carhué al huinca", porque ese era el paso
obligado hacia el centro de la Confederación, y
murió.
Calfucurá fue sepultado con los honores de un gran cacique y en su tumba fueron
enterrados sus ponchos, sus armas, su platería, sus mejores caballos, sus
mejores mujeres y varias cautivas huincas, y unas veinte botellas de anís y
ginebra, que fueron bebidas por sus saqueadores años después. El teniente
Levalle fue entonces el encargado de recolectar los huesos y las pertenencias de
quien había sido el temerario dueño y Señor de las pampas, los que finalmente
recalaron a fines del 1800 en el museo
platense.
El éxito de la Campaña del desierto terminó dándole la razón a Calfucurá como
gran estratega de la guerra contra el huinca: tras su muerte, Roca ordenó a su
ejército ingresar por Carhué, arrasar Salinas Grandes y terminar con Choele
Choel, el lugar secreto por el que la Confederación traficaba ganado a
Chile.

La
nación mapuche, en una fotografía del Museo de Bariloche
Gentileza:: agendadereflexion@ciudad.com.ar
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